Stolas. Solo ante las ascuas de la memoria. Índice y notas.
Hola amigo, si es que todavía me recuerdas así de cercano. Hace tiempo que no te escribo pero sí te he pensado en los últimos meses. He intentado hacer todo lo posible por renunciar a estas palabras pero con la llegada de la Navidad, la sensación de soledad ha vuelto a abrumarme hasta el punto de volver a recobrar esa sensación de aislamiento que me acompañó después de la operación de hace dos años, la cual me dejó postrado y con dolor durante meses enteros. Durante este tiempo y tras la última visita a urgencias, decidí reabrir mi antiguo blog de relatos y reencontrarme con viejas amistades. Era abril cuando escribí El hogar de la desdicha. Hoy su recuerdo vuelve a mí y la memoria se funde con las posibilidades ocultas, con aquello que pudo ser pero jamás fue y ante esa unión, mi alma se debilita en demasía, abrumada por la gran discrepancia que dibujan los sueños con la realidad. Por aquel entonces pude hablar con otras personas que se han cruzado en mi camino pero con el tiempo todo el sendero se ha ido difuminando y me he terminando encontrando solo de nuevo. Al principio, en ese camino vital había niebla, luego eterna noche y desde hace una semana me envuelve una oscuridad que no se muestra opaca sino confusa, mostrando una realidad troceada, inconexa, como una multitud de planos sin posibilidad de sentido. Mientras el laberinto, en su infinitud, parece esconder por definición un camino, aquí no estoy seguro pues esta realidad se me presenta diferente, como algo que mi mente no puede aprehender. Ya no hay faro que me guíe ni luz que me dé cobijo. Las ascuas se enfrían y ante mí la nieve cae sobre una pila de carbón consumada e incapaz de ofrecer calor.
Con la soledad he vuelto a recordar el amor perdido. Creo que en la vida de una persona el amor llama tres veces a la puerta aunque a veces hay una cuarta. Una vez se ha terminado la última oportunidad de construir algo juntos, de sentir ese aumento óntico de ser que representa la unidad, el amor se convierte en un recuerdo que guardamos en la memoria y frecuentemente acompañada de fotos, objetos, regalos, lugares, circunstancias y proyectos huérfanos. Hace unas semanas quería escribir nuevos relatos de terror, especialmente una continuación del mito de la vagina dentata que ya escribí hace años o alguna historia creepy como el relato de la organista, pero por todo el tipo de pesadillas que estoy teniendo he preferido dedicar algo más de atención a ese sitio que creé en mi imaginación, esa casa en el bosque y que algún día haré realidad. Volveré a visitar ese lugar, el que llamé hogar de la desdicha, pero no para revivirlo sino para reconstruirlo, para intentar hacerlo más benévolo, plausible y cercano. Me gustaría que esta vez fuera algo hermoso y bello en ese doble sentido zubiriano.
Desde mi última carta, hay muchas cosas que han cambiado. Estoy planeando ya una mudanza y he decidido marcharme. Tras la cuarentena y la enfermedad, la ciudad ha perdido todo su encanto. Esta vez no me iré muy lejos, es decir, no me perderé al estilo Walden, pues no puedo alejarme en demasía de la civilización, pero tras el último verano he descubierto que mi cuerpo ya no tolera en absoluto el calor, especialmente cuando ésta se combina con la humedad del litoral. Ya lo había pensado hace unos años pero siempre lo posponía, al principio por todo lo que supuso la cuarentena y después por la esperanza de encontrar un trabajo estable cerca de aquí. Pero todo eso ha cambiado. Aquí si no tienes enchufe, no eres nadie. Da igual lo que estudies, lo que hayas leído o lo que puedas hacer. A excepción de la oposición o algunas carreras muy específicas, si no tienes padrinos, no te contratan ni para recoger melones. Así pues, estoy buscando una zona de montaña no muy lejos de aquí y espero poder escribir sobre ello en cuanto realice los trámites pertinentes. Desde que se fue el verano, mi cuerpo ha dejado de dolerme algo y cuando bajan mucho las temperaturas, noto incluso alivio, se me va la inflamación y siento que podría caminar incluso una hora sin pagar las consecuencias. Por eso necesito tanto ese cambio. Es algo obligatorio.
Hace algunas semanas, enfrascado en proyectos destinados a la nada, creía haberme olvidado de los recuerdos que hoy siguen carcomiendo los cimientos de mi ser. Sin embargo, cuando mi madre vino a verme palideció al encontrarme en tal estado de demacración y apatía generalizada. Han sido dos años acorralados por el dolor, la fatalidad y el miedo. Queriéndome olvidar del dolor, no atisbé la posibilidad de que estas nuevas sensaciones pudieran deberse a algo que no fuera la enfermedad. Ahora que vuelvo a experimentar todo este dolor, a mí vuelve la memoria de los días pasados, especialmente por toda la ansiedad, angustia y desolación que estuve sintiendo mientras toda una amalgama de hienas, borrachos y lagartos jugaban con mi vida y se cebaban con mi desgracia. Después de todo esto, decidí practicar la técnica de tierra quemada, alejarme de las redes y centrarme en la vida real, dejando atrás todas aquellas fabulaciones que no son más que cáscaras vacías que no conducen a ninguna realidad.
Releyendo a Jünger recordé su descripción de los espíritus a medias y en esa conexión con el pasado he revisitado las libretas que guardo en el armario, los documentos en el ordenador y las copias de seguridad de aquellos relatos vespertinos. Creo que ya va siendo hora de terminar el último libro y revisar las dos publicaciones que ya tengo terminadas. De casi todo lo que he escrito y publicado, a penas hay algo que me haya podido dar sustento; pero no hay nada que pueda comprar esa sensación al dejar algo que me puede sobrevenir y que puede servir a otros e inspirar nuevas historias. El camino que he elegido no es fácil y más al trabajar en el peor de los contextos, pero antes de llegar al nuevo hogar me gustaría tener la sensación de que empiezo con un folio en blanco y que nuevas e inimaginables historias me aguardan entre jardines, estatuas y un bosque frondoso que conecta con el otro mundo. Espero que mis nuevos relatos te gusten y por favor, no olvides lo que te he dicho.