
La gran miseria humana (Gabriel Escorcia Gravini). Sección poesía de autor.
Gabriel Escorcia Gravini (1891-1920) nació en Soledad (Colombia), municipio del departamento del Atlántico de la República de Colombia. Aunque la placa de conmemoración indica que nació en 1892, los registros del bautizo, a nombre de Gabriel Antonio, revelan que realmente nació el año anterior. Sus padres se llamaban Felipe e Isabel. Sus hermanos fueron María Elizabeth (o María Gregoria), Salvadora, Marcos, Juan de Dios y Luis Felipe. De pequeño asistió a la Escuela Luis R. Caparroso y aunque conocemos pocos detalles de su vida personal, sabemos que a la edad temprana de quince años se le diagnosticó el mal de Hansen, también conocido como lepra. Siendo una enfermedad crónica e infecciosa, en el país, a raíz del Congreso Internacional realizado en 1885, se empezó a confinar y aislar a los enfermos en los llamados lazaretos o leprocomios. Gabriel abandonó la escuela e iba a ser internado en el lazareto de Caño de Loro, en la Isla de Tierrabomba, uno de los centros de la región junto a Contratación y Agua de Dios. No obstante, sus padres y hermanos se negaron rotundamente. A través de la ayuda del alcalde, Luís de la Hoz, convencieron al médico para que no diera parte del diagnóstico. Para ello, los familiares habilitaron un cuarto en el jardín completamente aislado de la casa y allí, en aquella llamada «celda cristiana» por el propio poeta, Gabriel permanecería el resto de su vida.
Seguiría leyendo y formándose a través de los libros y revistas que le traía el amigo y poeta José Miguel Orozco. Por la noche, solía salir a escondidas y caminaba por el Cementerio Central de Soledad vestido todo de blanco aprovechando la ausencia de vivos. El amor, la muerte, la enfermedad y la soledad, inspiraron sus poesías, entre la cual debemos destacar La gran miseria humana, una obra poética y necropoética que debió concluir durante todos esos años de cautiverio y que fue rescatado y publicado póstumamente por su hermano. Al morir su padre vació el habitáculo y quemó sus pertenencias, perdiéndose en cenizas gran parte de sus escritos. Algunos de estos tesoros literarios se salvaron debido a la intervención de su hermano o a las copias que tenía su amigo José Miguel Orozco. De esta manera, su memoria, al igual que la de Kafka, consiguió prevalecer.
Este poema a veces también ha sido denominado Laurina Palma ya que no conocemos el título que el autor le debió dar originalmente aunque los testimonios orales de sus amigos hablan de este segundo título. Esta obra está construida sobre treinta décimas, un conjunto de estrofas articuladas en conjuntos de diez versos todos ellos octosílabos con una rima muy característica (ABBAACCDDC) aunque con algunas licencias y variaciones. El poema desde entonces ha sido reeditado y adaptado, incluyendo la adaptación que hizo en 1976 Lisandro Meza para constituirlo en un paseo vallenato. Por ello he colocado entre corchetes algunas de las palabras que son utilizadas en otras versiones. El contenido del mismo se nos acerca a aquellos temas mortuorios que exploraron exponentes del romanticismo oscuro como Poe y al sentimentalismo propio de los Spleen bauldelerianos. El poema en sí mismo es un diálogo entre él y la muerte, un memento mori donde se explora el fin de la vida desde el amor que profesó. Resulta interesante analizar los espacios que crea, las dicotomías entre la vida y la muerte, el mundo y su representación, el pasado y el futuro al igual que la relación sentimental subyacente en relación a la figura de Laurina.
La gran miseria humana (c.1918). [Laurina Palma]
Una noche de misterio,
estando el mundo dormido,
buscando un amor perdido
pasé por el cementerio.
Desde el azul hemisferio,
la luna su luz ponía,
sobre la muralla fría
de la necrópolis santa,
en donde a los muertos canta
el búho su triste elegía.
La luna sus limpideces
a las tumbas ofrecía
y pulsaba el aura umbría
el arpa de los cipreses,
y aquellas lobregueces,
de mi corazón hermanas,
me inspiraron… y con ganas
de interrogar a la Parca;
entré a la glacial comarca
de las miserias humanas.
Acompañado del cierzo
a los difuntos visité,
y en cada tumba dejé
una lágrima y un verso.
Estaba allí de perverso
entre seres no ofensivos;
perturbando los cautivos
en sus sepulcros desiertos…
Me fui a buscar a los muertos,
por tener miedo a los vivos.
La noche estaba muy bella
y el aire muy sonoro,
y una dalia de oro
parecía cada estrella;
y la brisa, sin querella,
por ser voluble y ser vana,
en esa mansión arcana,
corría llena de embelesos
poniendo sus frescos besos
en la gran miseria humana.
La luna seguía brillando
en el azul de los cielos,
y las nubes con sus velos
sin miedo la iban tapando.
Y en procesiones pasando
por la inmensidad secreta,
iban, y la brisa inquieta
retozaba en el saúz
que emperlaba con su luz
Diana, diosa [novia] del poeta.
La luna, que Diana es,
en aquella hermosa noche
se abría como el áureo broche
de una flor de esplendidez.
Sentí vacilar mis pies
en tan lúgubre mansión
y me senté en un panteón
con la lira en una mano…
Como revuelto océano,
temblaba mi corazón.
Bajo de un ciprés sombrío
y verde cual la esperanza,
con su fúnebre acechanza
estaba un cráneo vacío.
Yo sentí pavor y frío
al mirar la calavera
pareciéndome en su esfera
que se reía de mí;
y yo de ella me reí,
al verla calva y tan fiera.
Dime, humana calavera,
¿qué se hizo la carne aquella
que te dio hermosura bella
cual lirio de primavera?
¿Qué se hizo tu cabellera
tan frágil y tan liviana,
dorada cual la mañana
de la aurora al nacimiento?
¿Qué se hizo tu pensamiento?
¡Responde, miseria humana!
Calavera sin pasiones,
di ¿qué se hicieron tus ojos
conque mataste de hinojos
a idílicos corazones,
que repletos de ilusiones
te amaron con soberana
¡pasión que no era villana!
y en estas horas tranquilas,
¿Qué se hicieron tus pupilas?
¡Contesta, miseria humana!
Aquí donde no hay tropel
calavera sin resabios
di, ¿qué se hicieron tus labios?
tan rojos como el clavel,
y dulces como la miel
de la campiña romana;
esos tus labios de grana
llenos de pasión mentida,
¿qué se hicieron en la vida?
¡Responde, miseria humana!
Calavera a quien feliz,
besa la luna de plata,
di por qué te encuentras ñata,
si era larga tu nariz.
¿Dónde está la masa gris
de tu cerebro pensante?
¿Donde tu bello semblante,
y tu mejilla rosada,
que a besos en noche helada,
quiso comerse un amante?
Aquí donde todo es calma,
contesta cráneo vacío;
¿Qué se hizo tu poderío?
¿Qué del placer de tu alma¿Qué fue de Laurina Palma?
¿Qué fue de Laurina Palma [aurina palma]
que te dio el amor un día?
Tu altivez, tu bizarría,
tus sonrisas que mintieron
Dime, dime, ¿qué se hicieron?
¡Oh, calavera sombría!
A mis interrogaciones,
el cráneo blanco callaba,
mientras la luna alumbraba
sarcófagos y panteones…
Y, dije sin aflicciones:
Si eres el cráneo de aquella
que en la vida sin querella
me despreció con desdén,
¡despréciame ahora también!
¡Eclipsa otra vez mi estrella!
Estamos en la mansión
de la austera realidad.
¿Qué se hizo la liviandad
que tenía tu corazón?
¡No respondes! mudos son
tus labios que pronunciaron
cosas que ya se tornaron
en pálidas flores muertas,
cosas que no siendo ciertas,
y mi pobre alma mataron.
Aquí en esta soledad
que solo cruza el cocuyo,
dime ¿qué se hizo tu orgullo,
tu amor y tu vanidad?
¿Qué se hizo tu potestad
de persona soberana,
y mentirosa y galana,
que ostentó tanta belleza?
Di, ¿Qué se hizo tu grandeza?
¡Responde, miseria humana!
Vanidad de vanidades,
solamente son tus galas,
¡Oh! mariposa sin alas,
llorando tus liviandades.
Las áticas [ópticas] realidades
te circundan con profundo
marasmo ,donde infecundo
es el amor que iluminan.
Aquí es donde terminan
las vanidades del mundo
Aquí en este camposanto
se terminan los amores,
las alegrías, los dolores,
el poderío y el encanto;
cesa en los ojos el llanto
y el mundo vivo suspira;
aquí no llega la ira
de la muchedumbre inquieta;
aquí termina el poeta
y se enmudece la lira.
En este mundo hedonista [idealista],
de egoísmo y de censura,
tan sólo la sepultura
es la que no es egoísta.
Ella recibe humanista,
al santo y al condenado,
al pobre, al acaudalado,
al perverso, al bueno, al caco,
al honrado, al gordo y al flaco,
al bruto y al ilustrado.
Al rodar el ataúd
en la hueca sepultura
se igualan en línea oscura
el crimen y la virtud,
y en la eterna laxitud,
que da todo movimiento:
lanza gemidos el viento
y la soledad se aterra,
y ruedan sobre la tierra
los cráneos sin pensamiento.
Aquí en este triste erial,
donde sucumbir es ley,
el esqueleto de un rey,
al de un esclavo es igual;
Cesa el toque funeral
de la sonora campana,
cesa la cabeza cana,
como la de negro pelo,
y ñata dando recelo
es la calavera humana.
Aquí en este entristecido
y lúgubre camposanto
termina del vate el canto,
y del músico el sonido,
del pintor el colorido
y de su cerebro el foco
se consume sin sofoco
y sólo queda el recuerdo…
Aquí tanto vale un cuerdo
como lo que vale un loco.
Todo corazón se aterra
al llegar a esta mansión
viendo clavar el cajón
que se comerá la tierra.
Cuando una tumba se cierra
el alma gime angustiada [asustada];
pero esa humana bandada
que a otros vienen a sepultar
mañana en este lugar
será polvo… ¡será nada!
En esta mansión glacial,
que lo fatuo bien refleja,
se pudre la carne vieja
como la carne jovial.
Aquí el necio se hace igual
al urbano de ilustrada
sociedad civilizada,
y aquí la diosa riqueza
es igual a la pobreza…
¡Todo aquí es polvo y es nada!
Y dijo la calavera:
aquí en este camposanto,
se perdió todo mi encanto
con que vanidosa era;
Se acabó mi cabellera
que en un tiempo fue dorada
y mi mejilla rosada
como gasa de arrebol…
Mis ojos que envidió el sol,
aquí se volvieron nada.
Tan sólo el dolor es fuerte,
la vida es vano capullo;
yo vi acabarse mi orgullo
bajo el peso de la muerte.
ya todo es materia inerte,
En este triste lugar,
se tiene que terminar,
el genio que esplendor tiene
y melancólico viene,
las tumbas a visitar.
Llorar en estos desiertos,
es una cosa muy vaga,
porque el llanto nada paga,
ni resucita a los muertos.
Que con paños recubiertos
están en la losa fría
aquí en un tétrico día,
cae el que peca y el que no peca
Así… haciendo horrible mueca,
la calavera decía:
Aquí está la gran verdad,
que sobre el orgullo pesa,
aquí la gentil belleza,
es igual a la fealdad.
Aquí acaba la maldad,
y acaba también la bondad
apreciada aquí la mujer casada,
es igual a la soltera,
me decía la calavera,
con su voz apagada.
Yo soy el cráneo de aquella,
a quien le contaste un día
poemas que no merecía
porque no era así tan bella
como la primera estrella
del oriente o el tulipán
a quien las auras le dan
el rocío que deslíe.
Aquí el que de mí se ríe,
de él mañana se reirán.
Yo escuchaba aquella cosa
y lleno de horrible espanto,
salí de aquel camposanto
como veloz mariposa.
La luna pura y radiosa,
vertió su lumbre fugaz,
y la calavera audaz,
dijo al mirarme correr:
¡Aquí tienes que volver,
y tú, calavera serás!
Yo, ante razón tan sentida,
sentí por el cuerpo mío
un extraño escalofrío
casi perdiendo la vida.
Con el alma entristecida,
volví a mi celda cristiana,
meditando que mañana,
por firme ley de la parca
debo habitar la comarca,
de la gran miseria humana.
Bibliografía:
Morante Narváez, M. (n.d.). Gabriel Escorcia Gravini. Un exponente del canto épico y de la poesía antroponecrológica (Documento online).
Villegas-Restrepo, J. E. (2017). “La gran miseria humana”, de Gabriel Escorcia Gravini: lectura necropoética de la Colombia de comienzos del siglo XX. Tópicos del seminario, (38), 49-75.
Maravilloso poema, me trae recuerdos de mi abuelo Florentino Linero Ojeda, él me lo recitaba cuando yo era pequeño, me aprendí todos los versos y hoy 45 años después todavía me acuerdo y me embarga la nostalgia, ojalá el mundo reflexionara sobre este tema, tal vez las personas serian diferentes, al ver que todos somos iguales.
Muchas gracias por comentar. Me encantó el poema y por eso decidí compartirlo y buscar información sobre el autor. Los textos necropoéticos, esa reflexión sobre la condición humana, son elementos que no deben olvidarse.
Mis respeto al maestro Gabriel Escorcia, no me canso de leerla y analizar, cada palabra que expresa una verdad, cuyo tema tiene un sentido profundo, que solo a aquellos que les gusta el arte de la poesía lo pueden entender. Para mí en lo personal, Gabriel era un genio, solo un genio puede escribir así; ojalá en los colegios del Atlántico pudieran enseñar y valorar esta poesía
Es una obra que evidentemente debería ser de lectura en muchas instituciones. Lamentablemente, al igual que muchos poetas y escritores, no se tiene en tanta consideración. En este caso, encontrar hoy en día este poema en papel es harto difícil. Gracias por comentar.
La verdad por dolorosa que sea hay que aceptarla, en bonitas palabras se hace una oda a la triste realidad, espectacular poema, fina rima, ¡Chapeau!
Así opino también; la aceptación de la realidad no siempre es fácil pero la de nuestro querido poeta desde luego no lo fue. Gracias por comentar. En los próximos días espero seguir compartiendo autores con sus respectivas biografías. Un cordial saludo.
Quiero destacar la inteligencia del escritor de este poema, el solo pensar la facilidad con que generó tantos vocablos y que cada uno rimara con el otro sin perder la línea poética del tema, es propio de inteligentes.
Gracias por visita, Jorge. Aprovecho este momento para destacar también otras tres obras del autor: «La boliviada», un poema épico en seis cantos y otros dos poemas, «Casilda en los infiernos» y «El pajarillo».
Maravillosa creación poética. Mi querido padre, José Eusebio Estrada, en el municipio de Astrea, centro occidente del Cesar, la cantaba, con un estilo y una entonación inigualables, en todas sus parrandas. Me aprendí algunas décimas de este singular poema y las declamo cada vez que se me da la oportunidad. Gracias por rescatar y promover la lectura de esta obra maestra de la poesía popular iberoamericana.
Gracias a usted por comentar. Por lo que he podido ver, esta obra de Gabriel no sólo quedó en la historia de la creación poética sino también en la memoria y en la cultura popular del pueblo colombiano.