IAO. Aislamiento. Índice y notas.
Pasado el tiempo presente, en esta noche tórrida y asfixiante, decido escribirte, viejo compañero. Tiempo atrás ya pensaba dedicarte unas palabras pero las cartas así como las historias que me invaden se han ido acumulando en el paladar y mis dedos, castigados por el hastío y el cansancio, no han sabido gestionar aquello que muchos llaman tiempo libre. Son épocas extrañas, con palabras marchitas y sueños conservados bajo extrañas sustancias alquímicas. Han pasado algunos años desde que pensamos en aquel proyecto conjunto y tras los fracasos de la vida éste se terminó convirtiendo en un conjunto de historias que nunca pasaron sus limitaciones embrionarias.
Mes tras mes, con cada semana vacía de escarmiento, en mi mente crecía la voluntad de darles forma, de convertir el simple gesto expresionista en un conjunto de historias hábilmente hilvanadas con personajes creíbles y psicológicamente absorbentes. Mi maldición han sido los estudios y la eterna ansía de querer abarcar lo que la vida de un hombre no puede. Mientras me perdía en libros y trabajos, la historia de la vida, la narración, aquello que debería ocupar un lugar central o al menos destacado, se ha ido desplazando hacia los espacios improductivos, hacia aquellos momentos en los que el alma, cansada de la lectura, decide que es mejor cerrar los ojos que escribir. Y hasta aquí he llegado, hasta un verano donde sólo queda el vacío y un terreno improductivo donde no han crecido ni las malas hierbas.
Hace un tiempo comenté que mi vida se ha ido convirtiendo en una especie de ciclo teatral interminable y yo, en una simple marioneta del destino. Todo lo que me rodea ha ido perdiendo realidad, como si viviera la vida desde mi propio sueño. En ese mundo de fugas cromáticas, encuentro la única libertad a la puedo aspirar, a conocer la verdad de un mundo que ya no nos pertenece, si es que alguna vez pudo pertenecer a un otro o tuvo tal potencialidad. Desde aquí, descubro la incógnita de lo real y lejos de encontrar alivio en el autodescubrimiento, es el aislamiento, la incomunicabilidad, la desconexión, la que me revela una segunda verdad más dolorosa, que no sólo el cuerpo tiene grilletes sino que el alma no está libre de culpa. Durante mucho tiempo he pensado que el fin del cuerpo puede representar la liberación o bien el fin del sufrimiento, pero ¿y si esa desconexión sólo es la antesala de una desgracia aún mayor? puede que la angustia sea eterna y que al poder emanar del mismísimo creador tal y cómo apuntó más de un romántico, nos acompañe hasta la infinitud.
Me siento como una mónada aislada, un ente mecánico que aprehende un mundo especulando a través de una óptica aparentemente perfecta pero caduca, empañada por su singularidad y aislada por el mundo quimérico de aquellos que juegan en un mundo que sí les pertenece. No sé cómo los demás pueden ser felices en el mundo con grilletes y no sé cómo pueden moverse libremente sin las cuerdas del gran tirititero. Cuando más caminamos más solos y desvalidos estamos y aquel conocimiento del fuego secreto que calentaba, va perdiendo significado y fuerza conforme la soledad se solidifica en el alma humana. Más allá de los falsos profetas y de los saltimbanquis de la espiritualidad virtual encuentro el limbo amenazante de una noche eterna. Puede que haya encontrado algunas respuestas ahondando en la antropología y en el personalismo filosófico, pues ahora ahondo demasiado en la noción de que no hay mundo sin personas y aunque a veces creo en la heterogeneidad de la naturaleza humana, al final sólo me queda la imagen oscurecida y lejana de aquel hombre viejo y solitario en el faro.
Incluso el hombre de la casa de la luz espera que algún día alguien acuda hacia él, aunque sea para llevarse su alma. Seguiremos en contacto y espero que tras este infierno de sonambulismo y sudorosos arrebatos, los proyectos personales por fin puedan cobrar algo de realidad.