Te busqué en la memoria del mundo. Índice y notas.
Te busqué en los siglos oscuros, en las tinieblas de los fines del alma, mas sólo hallé tu nombre entre tumbas de fino alabastro y delicado papiro enrollado. Los que conjuraban tu nombre enloquecían o eran presa del pánico y ante tu signo, el misterio se tornaba locura. Te busqué en la bruma del tiempo, en los límites de la piedra insepulta, pero sólo encontré tu figura cubierta de arena, enajenada y ajena a la luz del conocimiento, pues tu rostro era tabú y tu piel, pura perdición. Y caminando hacia el sol del neolítico, perdí tu huella en la estepa, allí donde los susurros claman dolor y la vida se vuelve cruda. Nadie te busca desde entonces y allí donde afloraba tu reino, hoy el horizonte es cubierto de hiedra. Llueven montañas de sal y los ríos sedientos quedaron de tu siembra. Todos olvidaron tu nombre y tu imagen se perdió en las brumas de lo inconsciente. Sólo hoy te encuentro, dibujada en la luna de mi memoria, somnolienta, sedienta de vida y lágrimas ajenas. La súplica te alimenta, la pena embriaga tu ser. Tus entrañas ansían la vida del hombre que creaste. Amante de soledades y espejo de la sinrazón. Caminas cubierta de recuerdos, anhelos e inhóspitas palabras. La lujuria es tu señuelo, la pérdida, tu máxima expresión, pues todo tu ser es entraña, cueva sedienta de muerte y alguna redención. Conociéndote, me encuentro atrapado por tu ausencia, por la sombra de tu extensa tesitura. Tu nombre es a la vez ausencia y deseo. Tus huellas, mancillado recuerdo, sombras que no pueden ser conjuradas ni purgadas a la luz de la consciencia.
Amor, mátame de tu silencio, desgarra mi cuerpo hasta hacerlo trizas y empápate de él.
Aplasta mi corazón con tus garras de fino cristal, fiera despiadada, cierra mis ojos hasta la eternidad. Libérame del mundo.
Bebe mi sangre, como quien bebe el fruto de la vid, pues yo soy tuyo y mi vida, tu alimento.
Quiero calmar tu silencio, ser la sangre que llene los vacíos de tu memoria. La lluvia que te despierte del letargo.
Es mi deseo vivir en ti durante unos instantes, como el río subterráneo que se pierde en las simas más profundas de la tierra y que cae arrollador sin fin ni tregua. Quiero recorrer tus misterios, irrigarte hasta que abras por fin los ojos y puedas volver a verme en tu mundo, en la promesa que reservaste para los que nos atrevemos a pronunciar tu nombre. Te conozco desde hace años, me atrapas sin sueño, sin vocación de vida. Eterna diosa, mi pasos siempre me devuelven a ti. Hazme tuyo para siempre o libérame de tu dolor, pero sálvame de esta maldición.