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Inquietudes sentimentales, X-XI (Teresa Wilms Montt)

Inquietudes sentimentales, X-XI (Teresa Wilms Montt)

Ellen Rogers, Five & A Half Minute Hallway (b/w)

Inquietudes sentimentales. Sección poesía de autor.

María Teresa de las Mercedes Wilms Montt (1893-1921) nació en Chile, fruto del matrimonio de Federico Guillermo Wilms Montt y Brieba con Luz Victoria Montt y Montt, los cuales engendraron siete hijas. Su madre era una mujer muy rígida y fría, que escondía sus fragilidades tras una coraza y su padre, aunque benevolente, estaba absorto en sus inquietudes personales y se mostraba distante. Ambos quedaron frustrados al no tener un hijo varón y por eso su padre a veces llamaba a su hija con el apelativo de «mi Tereso». Aunque fue educada para llevar una vida burguesa, ella destacó por su rebeldía y por sus deseos de cantar, interpretar, viajar y conocer tierras lejanas. La presencia de su institutriz, una antigua artista de la Comédie-Française, pudo ser una influencia temprana que facilitara ese tipo de ensoñaciones. A los dieciséis años se enamoró de Gustavo Balmaceda Valdés, al cual le mandó una flor el día siguiente de haberlo conocido. Se casarían en 1910, en una ceremonia privada en la cual no asistieron los padres. Ambos se instalaron en Santiago inicialmente, pero pronto llegaron los problemas. Los celos, el alcoholismo de Gustavo y la infidelidad de Teresa con el primo de su marido, Vicente. El matrimonio tendría dos hijas, Elisa (1911) y Sylvia Luz (1913) pero en 1915 es recluida en el convento de la Preciosa Sangre por un tribunal familiar, en contra de su voluntad, y allí tendría lugar su primer intento de suicidio. En 1916 lograría escapar del convento con la ayuda del poeta Vicente Huidobro y viajaría a Buenos Aires, donde conoció a grandes personajes de la literatura como Borges. Allí empieza a publicar sus primeras obras, como Inquietudes sentimentales y Los tres cantos, ambos en 1917 y Anuarí (1919). Ese último año, tras algunos sucesos que marcarían su vida, decidió viajar a Europa con algunos contratiempos. En España frecuentaría los espacios bohemios y se relacionaría con personajes clave de la literatura del siglo XX, pero finalmente se establecería en París, en 1920, lugar donde pudo reencontrarse con sus hijas tras cinco años de ausencia. Después del regreso de sus hijas a Chile, Teresa entraría en una gran depresión que le llevaría al suicidio en 1921, a los veintiocho años de edad. Sus restos descansan desde entonces en el cementerio de Père-Lachaise. He decidido compartir aquí dos breves fragmentos de su primera obra.

X

En la ciudad de los muertos había una quietud de mármol.

Las estatuas de las tumbas guardaban una calma sepulcral, recibiendo sobre sus espaldas el brillo de las estrellas como gotas de luz.

Nada turbaba el silencio.

Sobre el gancho del ciprés, el ave negra de los funestos presagios, la cabeza bajo el ala, aguardaba el mensaje de los muertos a los vivos. Mis pasos lentos, resonaban en las tristes avenidas, como blasfemias ahogadas; pero mis manos estrechamente unidas en actitud de plegaria, parecían desprenderse de la tierra, como dos palomas enlazadas.

Caminaba, y en cada tumba lóbrega se detenía mi espíritu, espiando una señal de vida, un lamento, un sollozo…

Seguía la calma tétrica de hielo en el recinto de los que eternamente duermen, comido por la tierra el corazón.

Amanecía, y sólo restaba en el cielo, como un piadoso cirio, el lucero del alba.

Mi alma extática, plena de creencia, esperaba que rasgara el silencio la voz del sublime Maestro, y dijese: «Lázaro, levántate y anda».

XI

Las paredes destilan gotas de tinta roja, que resbalan hasta el tapiz, donde forman un charco escarlata.

Extrañas figuras de ojos estirados me tienden una flor rara de un sólo pétalo; esos ojos oblicuos con el cinismo desafiante de las cuentas pintadas, me fascinan, arrastrándome al mundo esotérico de las imaginaciones enfermizas.

Para evitar los delirios, he descorrido las cortinas, y las sombras que complotaban en mi contra, se han escurrido solapadamente, como azogue, por las rendijas.

El sol se despide de mis ventanas vaciando sus reflejos moribundos en los cristales, y colorando de amarillo mi balcón.

Bibliografía:

Valdés Domínguez, M. (2018). Soy Teresa Wilms Montt, grande entre lo pequeño, pequeña ante el infinito. Santiago de Chile: Catalonia.

Wilms Montt, T. (2017). Inquietudes sentimentales. Santiago de Chile: Mago.

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