Harina de cadena humana. Índice y notas.
El usuario Argon399 tenía la particular manía de posponer todos los quehaceres importantes de su vida. Así pues, al posible goce del teletrabajo se le añadía el defecto de la procrastinación. Extendido el tiempo sobre los tres pilares del yugo laboral, la luz desaparecía en el alfeizar y ante el ensombrecimiento de la vida, la luz artificial sustituía al natural candor del Sol. Así pasaba la vida el triste usuario desconocido; posponía el trabajo entre visitas proscritas a la red y mensajes difusos entre gente igualmente vacía por dentro. Cuando quería darse cuenta, el más mínimo informe se había comido el día entero y aunque eso no le impedía rendir cuentas ante su superior, las horas libres de ocio eran carcomidas por su incapacidad para prestarse a los horarios estrictos. No obstante, éste no era el peor de los defectos de su persona. A la indisciplina y la pereza del alma se le añadía una curiosidad insana por las voces que deambulaban por la red oscura.
Tras el trabajo infructuoso y bien caída la tarde, nuestro usuario se ponía a recorrer con un navegador personalizado, lúgubres e insalubres foros de internet, redes de araña virtuales con miles de voces anónimas atrapadas ante un monitor que alimentaban toda una serie de nutridos bulos y extraños entresijos distópicos. Él no creía realmente ninguna de aquellas conspiraciones que crecían con el aporte de miles de enunciados erráticos y el ejercicio de exploración era más bien un entretenimiento donde la curiosidad se encontraba con el delirio y la imaginación. Empero, un día, acorralado por la falta de significado del mundo y arropado por miles de mentes turbias, empezó a considerar la posibilidad de que detrás de aquellas elucubraciones se escondiera una aterradora verdad. Durante una de aquellas noches ya agotadas, un extraño mensaje apareció en su ordenador. Estaba en una de esas decenas de pestañas que habían quedado sin revisar y cuyo link no recordaba haber visitado. No parecía un redireccionamiento y por los colores de la web, un blanco roto sobre negro puro, podía ser algún link referenciado en alguno de los posts que ese mismo día había estado revisando. El texto fijado arriba era extenso y escrito de una manera anómala, sin apenas determinantes, sin mayúsculas ni conectores o signos ortográficos de separación. El texto, ante el cual se mostraban varias páginas de comentarios, narraba una historia bastante macabra.
A pesar de esquivar algunas líneas, el usuario pudo entrever que la pequeña historia que no ocupaba más de tres párrafos iba sobre un molino maldito que había sido restaurado por un relojero alemán retirado en tierras de levante. Decía que aquella estructura podía detener el tiempo e incluso si alguien lograra que sus aspas girasen en sentido antihorario, retroceder el tiempo en intervalos de quince días, en lo que aproximadamente se entendía como una parte del ciclo lunar. Aunque el usuario pasó por alto algunas partes inquietantes de la historia, sí llegó a una parte muy macabra donde decía que todo aquel que entrara en su interior, si no era precavido, quedaba atrapado dentro y que tras terminar el ciclo, la rueda del molino molía su cuerpo hasta convertirlo en polvo. La historia habría terminado ahí, pero un último párrafo escrito en mayúsculas decía que o bien hacía una transferencia de ochenta dólares en bitcoins a una cartera virtual cuyos códigos alfanuméricos cerraban el texto o el alma del molino vendría a por él antes de que terminara la noche. El usuario Argon399 tuvo miedo durante unos minutos y ávido, empezó a leer los comentarios. Algunos se reían de la historia, otros escribían en mayúsculas, profiriendo todo tipo de advertencias y gritos simulando auxilio, aseverando que la historia era cierta. Después de cerrar la pestaña y cerrar la anochecida tarde con algunos videos graciosos sobre gatos y monos aulladores, el usuario decidió apagar el ordenador y tratar de conciliar el sueño.
Cerró los ojos siete veces más no encontró el reposo sino tremenda inquietud. Cada vez que intentaba dormir, escuchaba como un zumbido y golpe de viento en su rostro, sugestionándose quizá con la imagen de un molino gris en su imaginación. A las pocas horas, en medio de sueños fingidos y algún que otro logro, un ruido le arrebato el descanso. La cama empezó a moverse, primero deslizándose bruscamente medio metro hacia el centro de la habitación y luego, dando vueltas a un ritmo acelerado. Cuando quiso darse cuenta y tratar de encender la luz, ya era tarde; el ritmo frenético lo tumbó sobre la superficie de su inquietante cama y algo empezó a enrollarse a su alrededor, al principio sobre su torso pero luego sobre su cuello. Intentó zafarse de aquella cuerda gelatinosa pero un golpe seco cayó sobre su cabeza, atontándolo. Sintió como unas manos lo sujetaban por las piernas y lo metían dentro de un saco antes de quedar encorsetado y suspendido sobre el torso de alguien de colosal envergadura. Gritó y gritó pero por más que desgastó su garganta, no pudo despegarse de aquello que lo raptaba. Escuchó el ruido de puertas y voces de vecinos. Todos parecían cercanos y quizás habían sido alertados por sus exclamaciones, pero por más que pasaran los minutos, nadie hacía acto de presencia real. Era como si ante todos, su propio cuerpo se hubiera vuelto invisible y allí donde había un captor horrible, ellos sólo veían el eco de un fantasma ya lejano.
Cuando despertó, el usuario Argon399 estaba tumbado sobre una superficie de piedra, con su pijama de dibujos animados y atado con unas cadenas a la gran estructura férrea de un cubículo industrial e infernal. Delante de él había un pequeño ordenador portátil y sobre éste un post-it. En letras minúsculas y con faltas de ortografía, se le indicaban unas instrucciones muy escuetas. Tenía quince días para conseguir que otras tres almas entraran en el molino. Tres almas a cambio de la libertad de una. Si la luna que podía ver a través de una ventana superior se extinguía por completo, la rueda que había sobre su pétrea cama bajaría y empezaría a girar, aplastándolo y triturándolo hasta convertirlo en harina deshumanizada.
Durante aquella noche, casi llegado el amanecer, uno de los vecinos se quejó al portero del edificio de un grito seco disparado en el pasillo que semanas después también corroboró algún inquilino. Pasaron los días y nadie se percató de la desaparición del usuario desconocido. Al no tener noticias su casero y motivado exclusivamente por el dinero, éste llamó a la policía después de que su huésped no diera señales de vida. Su interior lo encontraron vacío, tanto de equipo personal como de muebles, algo que parecía inusual porque nadie había sido testigo de ninguna mudanza. Sólo encontraron una cama desnuda y sucia, cargada de humedad y de lo que parecían ser algunas señales bastantes descaradas de micción. Sobre el colchón, la policía y los bomberos encontraron un pequeño saquito de harina que pocas horas después había terminado en un contenedor de desperdicios. En su superficie alguien había escrito con pintura roja una frase que decía: «Harina de cadena humana».