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Agrippa. Camino hacia lo oculto

Agrippa. Camino hacia lo oculto

Daragh Walsh Kennedy, Cracked but not broken (Agrippa. Camino hacia lo oculto)
Daragh Walsh Kennedy, Cracked but not broken. Link.

Agrippa. Camino hacia lo oculto. Índice y notas.

Buenos días, entrañable viajero. Hace ya tiempo que quería comentarle sobre mis desavenencias en el mundo del pensamiento. Han sido meses de agotamiento, apatía y desánimo y aunque la tormenta se ha alejado por el horizonte, mi sombra cruza su mirada con lo desconocido, recordándome la luz de aquellas estrellas negras de las que tanto me habló en su camino hacia Burgos. Todavía recuerdo esa brisa helada y afilada de la noche eterna y a pesar de que nunca olvidaré la antesala de la perdición, mi sendero ahora se ha vuelto más reconfortante, aunque se entrecruzan en él pérdidas y descuidos varios que me siguen desorientando en más de alguna ocasión. Será verdad que todos los caminos al fin y al cabo conducen a Damasco pero mientras siga latiendo mi pobre corazón, yo intentaré recorrer el camino de Anna, rumbo a los entresijos del alma que se esconde detrás de toda forma, luz y suspiro. Pero ahora no vengo a hablarle del amanecer sino de la noche. Guardaré mi corazón para otras cartas aunque primero tengo que hablar de mis experiencias con la casa gris bajo la forma de un relato.

Quería esta vez contarle algo acerca de mis descubrimientos ocultos pero éstos de momento son escuetos, limitados al tiempo que dispongo entre la academia, la universidad y la escritura de mi tercer libro. He vuelto a indagar sobre los fenómenos paranormales y al estudio de fuentes documentales, tanto primarias como secundarias. Mis sueños siempre me devuelven a aquella casa maldita reconstruida sobre unos cimientos de dolor, pérdida y duelo, emociones de mis antepasados que de alguna manera me ligan a una terrorífica historia enlutada. Había mucho rencor en cada uno de sus poros y mis sensaciones de estar envuelto en una anomalía constante no se reducían al mundo onírico ya que una punzante sensación de angustia, quizá sugestionada, me perseguía en cada uno de sus sombríos espacios. Sobre aquella casa en la que apenas estuve un par de años fundamenté una de mis cartas, pero eso usted ya lo sabe, porque mis sueños allí eran terroríficos y todo parecía vibrar con una negatividad recalcitrante. Esa insistencia onírica, mi gran inclinación al terror nocturno hace que me sea imposible abandonar esa puerta medio cerrada y algo me insiste en seguir investigando porque creo que la verdadera sanación sólo puede acontecer a través del camino del conocimiento y la exploración.

Aunque he retornado a esa oscuridad, ahora mis intereses van dirigidos hacia el estudio de ciertas casuísticas anómalas y la recopilación de psicofonías, no al amplio espectro que antes representaba este mundo. Aunque no dispongo de una gran recopilación de material, ya tengo en mente el estudio en profundidad de algunos casos escalofriantes que me son cercanos y aunque no consiga comprender las potencias que motivan su extraña fenomenología, por lo menos mantendré mi mente informada de las contrariedades que representan conceptos tales como los de realidad o inconsciencia. La contrapartida de esta decisión es que de vez en cuando tendré que movilizarme para poder acercarme a la fuente y en mi estado de vulnerabilidad me es un gran problema. Desde mi última visita al médico, acepté los cuidados paliativos que me ofrecieron y el dolor, aunque sigue ahí, ha disminuido y tengo ahora algo de esperanza. De momento reabrí mi antiguo grupo de estudio y he habilitado un nuevo foro para conseguir un canal de comunicación fiable y riguroso. Esta vez no cometeré el error de permitir el acceso libre y trataré de mantener el estudio libre de parásitos que sólo buscan recopilar información para sus canales de vídeo, apropiarse de nuestros descubrimientos para escribir guiones cutres o nutrir canales que han convertido el estudio de lo paranormal en un espectáculo museístico de falsificaciones y gnoseologías contradictorias.

Mi decisión estuvo motivada por el sueño del árbol telúrico. No puedo recordar con gran detalle el elaborado escenario que construyó mi perspicaz inconsciencia, pero recuerdo estar errante y perdido en unas cuevas de insoldable magnitud. Había túneles con alguna que otro pórtico luminoso aunque la mayor parte de la luz venía de unas antorchas o fanales que parecían brillar incómodamente en medio de una impenetrable oscuridad. Había gente a mi alrededor, sombras y personajes con ropajes grises que deambulaban en torno al túnel principal, el cual parecía discurrir en una insinuada espiral o red de círculos interconectados. En alguna de aquellas partes del túnel se abrían grandes oquedades que reflejaban la parte nuclear sobre la cual girábamos. Había un espacio de inconmensurable magnitud, una gran cueva que emergía desde la infinitas profundidades del ser y terminaba en una gran cúpula de roca sobre la cual flotaban dos elementos de incalculable valor simbólico.

En medio de ese vacío espectral había un gran árbol cuyas raíces permanecían inánimes, desarraigadas sobre el propio vacío. El árbol, vivo y de hoja esplendorosa, permanecía atado desde todos los extremos con cadenas metálicas que debían estar sujetas por más de seis lados en todas direcciones, anclados seguramente a las paredes de la cueva. De esta manera el árbol quedaba suspendido en el aire, sobre unas escalinatas de mármol blanquecino que terminaban abruptamente, cortadas por el propio abismo de la cueva, un pozo sin fondo aparente sobre el cuál debían asomarse todo un sinfín de túneles como aquel en el cual me encontraba. El árbol, robusto y fijado en el aire, tenía una extensa copa similar a la magnitud de sus raíces y sobre sus ramas pendían frutos que desde mi lejana posición podía distinguir claramente como huevos, por sus superficies ovaladas y el color blanquecino de sus cáscaras. Aquella estructura vegetal y aparentemente ovípara, tenía cierta luminosidad en su interior y es probable que parte de la luz de aquella estancia se debiera al débil reflejo que emanaba de sus frutos incorruptibles. Podría haber más árboles como aquel entre aquellas cuevas, pero lo que más me llamó la atención no fue la grandiosidad de la cueva excavada ni el extraño árbol del conocimiento que reconfortaba mi alma y menos aún las extensas ruinas que poblaban parte de las entradas y salidas a aquella singular estructura sino el edificio que había detrás del árbol.

Desde mi posición no lograba distinguir si aquella especie de fachada renacentista se encontraba escarpada en la roca o si formaba parte de un edificio que flotaba misteriosamente en el aire. Lo cierto es que la parte más lejana de su estructura sí que parecía fundirse con parte de la roca, pero mi vista no llegaba a contemplar la profundidad de su arquitectura debido a la creciente oscuridad que ganaba la altitud. Yo todavía me encontraba en el pórtico de uno de esos túneles, justo delante del árbol. Lo que sí veía claro es que su entrada era inalcanzable porque el edificio no tenía puertas sino ventanas y la parte más baja se encontraba a unos diez metros sobre el abismo y algo por encima del mismísimo árbol que coronaba el ábside del misterio. Todas sus ventanas estaban acristaladas, tapadas con manteles blancos pero la luz se podía ver desde el exterior. Y también el movimiento. Había sombras y siluetas que caminaban lentamente por aquella envidiable estructura, ajenas quizá al desamparo de las almas errantes que permanecían perdidas entre los túneles. Yo me encontraba justo debajo de aquel árbol, enfrente del abismo y de una estructura, construida por conocimientos perdidos en el tiempo, que debían salvaguardar cada una de las respuestas a mi atormentada alma. En ese sueño, permanecí debajo del árbol y aunque alguna de aquellas sombras parecían animarme a seguir indagando en los túneles, yo sentía que debía acceder de alguna manera a ese templo de sabiduría oculta. Me senté debajo del árbol y esperé, así, entumecido por el frío y sin la presencia de una voz amiga, hasta que desperté de aquel misterio al amanecer.

Aquel sueño me estuvo obsesionando durante días y aunque traté de escribirlo y reconvertirlo en un relato, he preferido salvaguardarlo en su incompletitud a expensas de que usted me arroje algo de luz sobre su significado. Creo que al fin y al cabo, la respuesta debe esconderse entre aquellos frutos, entre aquellos huevos que tarde o temprano eclosionarán. Pero entonces me pregunto cuál es el calor que transformarán sus frutos. Quizá, animado por la poca luz que me queda, emerja de sus frutos algún pájaro espectral. Me imagino a veces que tras mi muerte, un albatros recoja mi alma y la transporte hacia alguno de aquellos ventanales que se abrirán para recibirme. Espero que la luz allí sea imperecedera y las almas, puras. Agrippa, estoy cansado de esta oscuridad que me envuelve. No quiero esperar a la muerte para desvelar su misterio pero tampoco quiero seguir sufriendo en la oscuridad. Sólo quiero algo de luz en mi vida y puede que este sueño sea el inicio de algo prometedor. Sin más, me despido de usted. Gracias por escucharme.

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