Anna Andreyevna Ajmátova [1] (1889–1966) [Анна Андреевна Ахматова] fue el pseudónimo de Anna Andreyevna Górenko. Nació en el Imperio Ruso de Alejandro III, en un lugar cercano a Odesa conocido como Bolshoi Fontan. Su familia era acomodada, descendiente de terratenientes y nobles. Su padre Andrey era ingeniero naval y descendía de nobles cosacos; su madre Inna, descendía por su parte de la nobleza rusa. A los pocos meses de nacer, la familia se mudó cerca de San Petersburgo, en Tsárskoye Seló, conocida como la Villa de los Zares. Durante esos primeros años veraneó también en una villa rural cerca de Sebastopol y empezó sus primeras aproximaciones a la escritura. Empezó a escribir a los 11 años aunque no se conservan sus primeros escritos. Debido a la negativa del padre de que usara su apellido para escribir versos [2], decidió tempranamente adoptar el apellido de soltera su bisabuela materna, Ajmátova, el cual era de origen tártaro [3]. En 1905 sus padres se separan y poco tiempo después se muda con su madre a Kiev, ciudad donde concluye su educación antes de iniciar su formación en derecho. Durante esos años anhela casarse con Nikolai Gumilev, poeta a quien había conocido en 1903 y que recientemente había publicado su primer poemario, Conquistador’s Way (1905). Ambos se casarían en 1910 aunque ninguno de los familiares de Anna asistiría a la boda. Después de una luna de miel en París, el joven matrimonio ampliaría contactos y ese mismo año nacería el Gremio de Poetas, germen del posterior consolidado acmeísmo [4].
En 1912 publicaría su primer libro de poemas (titulado Tarde) y nacería también Lev Gumilev, el único hijo que tendría la pareja. Lev, en un futuro, se convertiría en un historiador promotor del eurasiatismo. La pareja por aquellos momentos pareció ya enfriarse y aunque el divorcio llegó en 1918, hasta ese momento, Anna empezó a conocer a otros hombres con los que pudo haber vivido algunos romances. En 1917 llegó la revolución nacida en Petrogrado [5]. Muchos de sus conocidos murieron o prefirieron marcharse en exilio. Ella decidió quedarse y poco después del divorcio contrajo nupcias con Vladímir Shileiko, un asiriólogo ruso que también cultivó la poesía. El matrimonio empezó en 1918 y duró hasta 1922. Durante ese periodo arrestan y fusilan a su primer marido y en 1925 se prohibió extraoficialmente su poesía al ser considerada burguesa y poco afín al espíritu revolucionario, una censura que terminó oficializándose y que no terminaría hasta 1952. Anna sobrevivió económicamente reforzando su faceta de traductora e incluso con gran penuria tuvo que sobrevivir en una Leningrado devastada por la guerra. El matrimonio con Vladímir tampoco pareció funcionar pues Ajmátova mantuvo diversos romances con personalidades del mundo artístico. Tras su ruptura en 1922 [6] formalizó su estado de pareja de hecho con el historiador de arte Nikolai Punin. La relación entre ambos duró hasta 1935, año en el que detienen y lo envían al Gulag. Aunque la relación terminó, años después siguieron juntos hasta la última deportación al Gulag y muerte de Nikolai en 1953.
Dos de sus grandes obras fueron Réquiem (1935–1940) y Poema sin Héroe (1940–1962). El primero retrata el terror estalinista expresado en diez poemas donde retrata el dolor de la guerra y las purgas internas a través de diferentes estados emocionales que sobrepasan sin miramiento la desesperación, el sufrimiento y la búsqueda de consuelo a través de la devoción religiosa. En al segunda obra, un largo poema hábilmente constituido, Anna explora más detalladamente la represión política, tomando como núcleo, los continuos contratiempos y arrestos de su hijo. A pesar de que Lev se unió al ejército rojo (e incluso llegó a participar en la Batalla de Berlín de 1945) pasó gran parte de su vida en campos de trabajo soviéticos, entre 1938 y 1956, siempre acusado de ser contrario al régimen. Por todo ello, Ajmátova fue considerada como una de las poetas más importantes de la Edad de Plata de la poesía rusa, además de ser un referente para todos aquellos que buscan una poesía memorialista que refleje de manera asíncrona la realidad interior y el mundo exterior. Durante parte de su vida activa, muchos de los poemas de Anna no fueron publicados. Éstos fueron recopilados póstumamente o circularon a modo de Samizdat dentro de la Unión Soviética. En 1964 viajó a Sicilia para recibir el premio internacional Etna-Taormina y al año siguiente fue investida doctora honoris causa por la Universidad de Oxford. Murió el 5 de marzo de 1966 de un infarto en un sanatorio de Moscú. Sus restos fueron depositados en el cementerio de Komarovo.
Anna Ajmátova. Selección de poemas
Recomiendo buscar sus dos principales obras, las cuales se pueden encontrar en PDF y en algunos trabajos recopilatorios publicados en español. En esta entrada he decidido publicar una serie de poemas rescatados en diferentes momentos de su vida. Para otros autores, ver la sección correspondiente.
El visitante (1 de enero de 1914)
Nada ha cambiado: a las ventanas llegan,
junto a la mesa, menudos copos de nieve.
Y también yo soy la misma.
Pero alguien ha venido a mí.
«¿Qué me pides?», le pregunté.
Respondió: «Estar contigo en el infierno».
Me reí: «Oh calla, no seas pájaro
de mal agüero para los dos».
Alzó entonces su mano demacrada
y suave acarició las flores:
«Dime cómo te besan.
Dime cómo besas tú».
Sus ojos aletargados
no perdían de vista mi anillo.
En su rostro sereno, maligno,
no se movía un músculo.
Oh, ya lo sé: él saboreaba —vivo
e intenso— el placer de presentir
que no había de oponer nada,
que nada le podía rehusar.
Plegaria (1915)
Dame años de acerba enfermedad,
fiebre, insomnio, sofocos,
despójame de mi hijo y de mi amigo
y del don misterioso del canto.
Ésta es mi plegaria en tu liturgia
tras el tormento de estos días tan largos:
que la nube que pesa negra sobre Rusia
se vuelva nubecilla en el fulgor de tus rayos.
La musa (1924)
Cuando es noche entrada y espero que llegue,
me parece la vida pendiente de un hilo.
Gloria, juventud, libertad quedan pálidas
ante ella, que trae una flauta en la mano.
Entró. Al quitarse el velo
me miró fijamente. ¿Eres tú
—le preguntó— quien dictaba
a Dante su «Infierno»? Y responde: — Yo.
Sombra (9 de agosto de 1940. Por la noche)
Siempre la más elegante, la más hermosa, la más alta,
¿por qué regresas del fondo de los años idos?,
¿por qué la memoria codiciosa agita en mí
tu perfil delicado tras el cristal del carruaje?
Cómo salíamos discutir —¿eras ángel o pájaro?—.
Brizna de paja te llamó poeta.
Entre negras pestañas a todos inundaba
la tierna luz de tus ojos de Darial.
Oh sombra, perdóname, pero el buen tiempo,
Flaubert, el insomnio y las lilas tardías me han hecho pensar
en ti —belleza del año trece—,
me recordaron tu serena indiferencia…
Aunque esta clase de memoria, sombra, no me satisface.
Cinque (1945–1946)
1
Como en el borde de una nube
recuerdo tus palabras
y se hizo más clara tu noche que el día
con las que yo te dediqué.
Así, de la tierra arrancados,
nos elevamos como estrellas.
Ni vergüenza ni desesperación
ni ahora, ni después, ni entonces.
Pero tú oyes cómo te llamo,
vivo, en la vida real.
Y la puerta que entreabriste,
no tengo fuerzas para cerrarla de golpe
2
Los sonidos mueren en el éter
y cubrió la tiniebla la puesta de sol.
En un mundo ya para siempre mudo,
sólo dos voces, la tuya y la mía.
Y en el eco —como un repiqueteo de campanas
o viento que llegara de una Ladoga invisible—,
se hizo el diálogo nocturno
brillo suave de arco iris enlazados.
3
Siempre he odiado
que sintieran lástima de mí,
pero una sola gota de tu piedad
la guardo cálida como el sol.
Por eso me envuelve la aurora,
por eso voy haciendo milagros,
por eso.
4
Bien sabes que no celebraré
el día amargo de nuestro encuentro.
¿Qué puedo darte como recuerdo
que no sea mi sombra? ¿Para qué, una sombra?
¿Debo dedicarte un drama quemado
del que no quedan siquiera cenizas,
o el terrible retrato de Año Nuevo,
el que de pronto se desprendió del marco,
o el rumor apenas audible
de las brasas de abedul,
o algo que no acabaron de contarme
sobre un amor ajeno?
5
No nos adormecieron amapolas
e ignoramos nuestra culpa.
¿Qué en las estrellas
nos reservó la tristeza?
¿Qué venenos malignos
nos sirvió la tiniebla de enero?
¿Qué fulgor invisible
nos encendió hasta la aurora?
Soneto marino (Komarovo, 1958)
Todo aquí sobrevivirá a mi muerte,
todo, hasta las viejas casitas de los tordos
y esa brisa, brisa primaveral,
que llega a través de los mares.
Desde la eternidad la voz me llama
con la invencible fuerza del más allá,
y sobre los cerezos florecidos
vierte su brillo la luna leve.
Y parece el camino tan fácil,
blanco en el bosque esmeralda,
adónde conduce, no lo revelaré…
Allí, entre los troncos, resulta más claro
y todo recuerda a la avenida con árboles
junto al estanque de Tsárkoie Seló.
El jardín de verano (Leningrado, julio de 1959)
Quiero ir a ver las rosas en ese jardín único
que protege la reja más hermosa del mundo.
Donde las estatuas me recuerdan de joven,
y yo las recuerdo bajo el agua del Neva.
En el silencio perfumado de los tilos reales
oigo rechinar los mástiles de los barcos.
Allí, como antes, el cisne se desliza sobre siglos,
y admira el esplendor de su propia imagen.
Allí, para siempre, enmudecieron por miles los pasos
amados y odiados, odiados, amados.
Y no cesa de desfilar el cortejo de sombras
desde el jarrón de granito hasta las puertas de palacio.
Allí mis noches blancas murmuran
sobre un gran amor, hondo, secreto.
Todo allí reluce de nácar y jaspe,
pero, misteriosa, queda oculta la fuente de luz.
La muerte del poeta (1960)
Ayer se extinguió la voz irrepetible,
nos abandonó el interlocutor de los bosques.
Se transformó en espiga que da vida
o en la dulce lluvia que él había cantado.
Y todas las flores que hay en el mundo
florecieron para acoger su muerte.
Mas se quedó silencioso el planeta
que lleva nombre modesto… Tierra.
La última rosa (Komarovo, 1962)
Prosternarme con Morozova,
danzar con la hijastra de Herodes,
ascender en el humo del túmulo de Dido,
para volver a la hoguera con Juana…
Ya ves, Dios mío, estoy cansada
de vivir, de morir, y de volver a vivir.
Despójame de todo, pero déjame, aún una vez,
aspirar la frescura de esa rosa encernada.
[De profundis… Mi generación] (Tashkent, 23 de marzo de 1944)
De profundis… Mi generación
no saboreó apenas la miel. Y ahora
sólo el viento ulula a lo lejos, sólo
la memoria canta por los muertos.
Inconclusa quedó nuestra labor,
nuestras horas fueron horas contadas,
de la intuida división de las aguas,
de la cima de las altas cumbres,
del florecimiento y esplendor,
sólo nos separaba un leve suspiro…
Dos guerras, generación mía,
iluminaron tu camino terrible.
[Qué cambios atroces en mi cuerpo] (1913)
Qué cambios atroces en mi cuerpo,
cómo se ha ajado mi boca torturada.
No deseaba esta clase de muerte,
no había señalado esta fecha.
Me pareció que en lo alto
la nube chocaba con la nube,
y que el fuego de un rayo
y la voz de una inmensa dicha
descendían hacia mí como ángeles.
[¿No me amas? ¿No me quieres mirar?] (1913)
¿No me amas? ¿No me quieres mirar?
Cuánta belleza, oh maldito, hay en ti.
Y yo, que cuando era niña
tenía alas, ya no puedo volar.
Se me llenan los ojos de niebla,
los rostros se me embrollan y las cosas.
Queda sólo un tulipán rojo,
el tulipán que te prendiste en el ojal.
El último brindis (1934)
Bebo por la casa devastada,
por el dolor de mi vida,
por la soledad en pareja,
y también bebo, brindo, por ti.
Por el falso labio que me traicionó,
por el frío mortal en los ojos,
porque es el mundo adusto y brutal
Bibliografía
Ajmátova, A. & Tsvetáieva, M. (2008). El canto y la ceniza. Antología poética. Debolsillo.
Rabasco Macías, E. (2014). Descodificación y traducción de Réquiem y Poema sin Héroe de Anna Ajmátova (Tesis). Universitat de Lleida.
Notas
[1] También transliterado como Akhatova.
[2] Durante siglos, la poesía y ciertas labores consideradas liberales fueron consideradas de mal gusto entre los nobles. Su padre no consideró oportuno que su hija utilizara el apellido de la familia para escribir poesía decadente pues ello sería motivo de vergüenza.
[3] El familiar al que hace referencia fue Praskovya Fedoseevna Ajmátova. Muchas familias rusas tenían apellidos procedentes de los tártaros. Para Anna, el apellido procedía de Akhmay, Khan de la Gran Horda, aunque de ello no tenemos constancia.
[4] El acmeísmo fue una escuela poética modernista que frente al simbolismo poético, defendía una mayor claridad del lenguaje. Buscaban un retorno a la claridad apolínea frente a la oscuridad hermética usada por los poetas románticos. No buscaban la ambigüedad y desde luego tampoco la vulgaridad, sino más bien clarificar la expresión no a través de los símbolos sino a través de las vivas imágenes.
[5] Nombre con el que se conocía oficialmente a San Petersburgo.
[6] Tras la disolución del matrimonio, realizada a través de un tribunal popular, la antigua pareja siguió manteniendo correspondencia. Vladímir se casó y tuvo un hijo. Unos años después, en 1930, murió de tuberculosis.