Visión de los orantes de Nin. Índice y notas.
Percibo en la lejana sombra, la esencia incausada de la luz.
La que conforma la esfera, de los primeros días sin noche.
Bajo su manto emerge la niebla, fría tierra y mares de plata,
que no son materia opaca, sino fina sustancia tejida del alba.
Y a su alrededor, la póstuma velada, el sueño de lo increado,
que no es dorado, sino eterna noche sin alma.
Con cánticos y llantos, son miles los pies orantes,
que del barro emergen trémulos, vivos, suplicantes.
Extienden las manos nacidas, hacia el fin de los tiempos,
y no alcanzan virtud alguna antes de perder el sustento,
perdiendo la forma del ser, volviendo a la sustancia del cieno.
No son cenizas sus recuerdos, sino extensa masa sin forma,
que no conforma plenitud, sino la extensa potencia del alma.
Entonces caen, famélicos, hambrientos de Dios,
del que no conocen nombre, ni rostro, ni signo,
sino intuición, aliento insinuado, angustiosa perdición,
Y en su oración, pierden la forma, el tiempo bajo sus pies;
Se extingue en ellos la luz divina, auspiciada por el vacío del ser,
por la caducidad del accidente de vida, por la derrota del tiempo.
Sólo entonces la angustia muere y el dolor cesa,
sin espera, sin cálido aliento o expectación.
Pues dejan de ser y otros nacen, suplicantes, ruidosos,
Con los brazos extendidos al sol y mil lágrimas en los ojos.
Nacen, crecen y mueren frente al silencio de la luz que les da forma.